Así pues, todos esos miedos que día con día me persiguieron por año y medio. Todos esos pensamientos negativos que me hacían visualizar que el cáncer volvería. El estar tan pendiente de la enfermedad, en lugar de en la salud. Todo eso se hizo realidad. El cáncer volvió. Escuchar por segunda vez que tu cuerpo está siendo atacado por esas células malignas que pueden acabar contigo, fue devastador. Tenía que volver nuevamente al quirófano, y por la localización del tumor, y la manera en que los médicos debían "entrar" para extirparlo, existía un enorme riesgo de que cortaran la vena aorta y me muriera desangrada en plena plancha. Gracias por avisarme doctor.
Me senté a escribir una larga carta a mi hija. Era mi despedida. Ella nunca la leyó. Pero para mi fue como dejar mi testamento.
Llegó el día de la operación. Un camillero apareció muy sonriente en el cuarto. Señora, nos vamos. Era mucho antes de la hora pactada. Pero me aseguró que ya lo habían mandado por mi. Yo estaba sola, lo que no era común No pude despedirme de nadie. No hubo un beso. Ni una bendición. Tuve miedo de pensar que no volvería a ver a mi familia. Si algo me pasa mi mamá va a morirse de dolor por no haberme visto, pensaba mientras recorría el hospital a toda velocidad, como si el camillero tuviera una prisa enorme por llevarme al matadero.
La operación duró muchas horas. Según mi doctor fue más complicada de lo esperado. Me quitó un montonal de cosas. Nomas me dejo el corazón para que no me muriera. Y desperté. Recuerdo que abrí los ojos en la sala de recuperación. Había más personas ahí. Una señora se quejaba mucho. A mi no me dolía nada. De plano hasta empecé a tocarme para comprobar que estaba viva. Nadie me hacía el menor caso, pasaban los minutos y empezó a entrarme una enorme desesperación. Sabía que mi familia iba a estar preocupada por que no acababan de subirme a mi cuarto, Por fin pasó junto a mi una enfermera, y al preguntarle cuánto tiempo más me tendrían ahí me contesto: "No sabría decirle, todos los camilleros están en la cena de navidad del hospital". Poco me faltó para levantarme e irme caminando.

Decidí que bajo ninguna circunstancia iba a morirme. No quería morirme, y por lo tanto no lo iba a permitir. Tenía, y tengo, tantas cosas aún por hacer, que para lo último para lo que tengo tiempo es para morirme. Y fue justo en ese momento cuando comprendí que "echarle ganas" SI era una opción. La mejor opción. Han pasado 5 años desde que le estoy "echando ganas" y aquí estoy. Mejor que nunca. Estoy viva. Estoy sana. Estoy viendo a mi hija cumplir 21 años. ¿No puedo pedir más? Si, si puedo. Aún me falta mucho por ver. ¿Y saben qué? "Échale ganas" es el mejor consejo que he podido recibir.
A la gente enferma le choca que le digan "echále ganas" porque pareciera que está en esa condición precisamente por no echarle ganas, como si hubiera claudicado voluntariamente, prefieren oír cosas como "tú tienes la fuerza para ganarle a la enfermedad y yo estoy contigo en esas lucha". Sergio Bauer.
ResponderEliminarAdmirable actitud !!!! Digna de mi gran amiga <3 TQM Diana
ResponderEliminarRZK