sábado, 6 de junio de 2015

Porqué los sueños deben de continuar



        "El deseo de sanarse siempre ha sido la mitad de la sanación"                                                                       Séneca

Recibir un diagnóstico de cáncer es como recibir una puñalada por la espalda. Pierdes la seguridad de sentirte invencible. La certeza de que son otros los que se mueren, no tú. Acaba con tu paz mental. Te vuelve frágil, indefenso, vulnerable.  Esas pequeñas células malignas se convierten en el centro de tu vida, de tus pensamientos, de tus miedos.


Si, el miedo es un tema que sin duda seguiré tratando con frecuencia.

En entradas anteriores he comentado la importancia de persistir en lugar de desistir. De lo necesario que es ver el lado positivo. Investigar cuántas personas sobreviven al cáncer, más que enfocarnos en aquellas que se mueren. Sin embargo debo reconocer que tampoco es así de simplista. El miedo es un enemigo que no se rinde fácilmente. Siempre está acechando, esperando el momento para volver. Cualquier instante de fragilidad lo hace suyo y nuevamente se apodera de tu mente. Se los digo con conocimiento de causa. Yo tengo siete años de enfrentarlo, y como los alcohólicos es algo en lo que tengo que trabajar todos los días. Se acordarán que les conté que al principio fue tan fuerte y dominó tanto mi vida que resultó una causal importante para que la enfermedad volviera. También les platiqué que logré cambiar muchas cosas para "darle la vuelta a la tortilla" . Y desde luego que me ha servido. Hoy en día logro mantener al miedo con un bajo perfil, hasta que me tocan los análisis de control. Uf!!!! Del día que me practican los análisis al día en que tengo la cita para conocer los resultados, el miedo logra apoderarse de mi nuevamente. No puedo evitarlo. Hago todo  para tratar de vencerlo. Todo lo que les he recomendado que hagan. Sin embargo,  durante unos días el temor está ahí. Tal vez no tan intenso como antes... ¡Mentira! Está ahí tan fuerte como siempre.  Semanas antes de mis citas empiezo a tener síntomas de "recurrencia". Me siento cansada. Me duele aquí y allá. Todos los síntomas que alguna vez tuve, regresan. Pero es un regreso imaginario. No existen realmente. Es mi mente la que los vuelve "físicos" una vez más. Y  unas horas antes de la visita al médico para que les cuento, la paso muy mal. Es entonces cuándo hay que hacer conciencia de que todos esos temores solo están en tu mente e impedir que  nos dominen de nuevo. 

Les platico todo esto por que justamente acabo de realizarme análisis, y estando en el hospital tuve la oportunidad de platicar con muchas personas.
La gran mayoría con un diagnóstico muy reciente de cáncer. Todas me expresaron su miedo. Miedo al proceso y, por supuesto, miedo a la muerte. No es algo que puede evitarse. Hasta el más valiente se tambalea al sentir que puede estar cerca de la muerte. Es natural. Y no hay que esconder nuestros sentimientos. No importa si eres hombre o mujer. No importa si siempre te has sentido fuerte y poderoso. Expresa tus temores. Nadie va a juzgarte por ello. Por lo menos no la gente que te quiere y cuyas opiniones son las únicas que deben importarte. Hablar de tus miedos te servirá de catarsis. El miedo compartido se vuelve menos fuerte, menos intenso. Se vale deprimirse, llorar y volver a preguntarse ¿por qué a mí?

Lo que no se vale es quedarte instalado en ese miedo, por que ello te impediría ver que no todo es tan negro y que tienes oportunidad de vencerlo. Respira profundamente, sécate las lágrimas, retoma las fuerzas y vuelve a la lucha.  El cáncer no es invencible. Muchos sobrevivientes pueden atestiguarlo. Yo entre ellos. 

Y si no puedes solo, busca ayuda. Eso por supuesto que también se vale. Un profesional te podrá guiar para que proceses todo lo que la enfermedad implica. Has lo que sea necesario pero no te quedes estancado en la depresión, en el miedo y en la angustia.

Sin duda es más fácil quedarse ahí, sumido en el dolor y en la depresión, pero ello 
coadyuvará para que la enfermedad gane la partida. En cambio si decides  que eres más fuerte, más valiente y más obstinado que la enfermedad, tus posibilidades de vencer aumentan considerablemente.


Vencerla debe ser  tu objetivo. Lograrlo, tu triunfo. No trunques tus sueños. No te derrotes tú mismo. No eres ni la primera ni la única persona que ha tenido que enfrentarse a una enfermedad grave. Solo tú decides de que lado quieres estar: del lado de quienes vencieron o, por el contrario, del lado de quienes se dieron por vencidos antes de siquiera empezar a luchar. La decisión es solo tuya.