lunes, 9 de marzo de 2015

La frase problema


"Échale ganas! se convirtió en la frase más molesta. No había persona que no me la dijera. Todo el que me hablaba para preguntar por mi salud terminaba diciéndome "échale ganas". Si claro, pensaba yo, cómo si fuera así de sencillo. ¿Qué creen todos? ¿Qué me quiero morir? Qué estupidez. Si solo se tratara de écharle ganas no estaría en estas condiciones.
 Y pasó un año y medio, mismo que  viví sumergida en el más absoluto de los terrores. Despertaba sobresaltada por las noches pensando en la muerte. Mí muerte. No había un minuto del día en que no pensará en eso. Todas las funerarias y carrozas fúnebres se me "atravesaban" en el camino. Seguro es un aviso, decía yo. Cuándo iba al súper, al formarme en la caja para pagar, tomaba una revista para hojearla y ahí estaba un artículo que en letras que me parecían gigantescas y casi con destellos para llamar mi atención se leía: "Fulanito pierde la batalla contra el cáncer". En esa época muchos famosos se murieron de cáncer, y una gran parte de ellos, de cáncer de colón para acabarla de amolar.  Y qué tal si..., si me dolía el estómago,me decía ¿Será qué...? Todo lo veía como un macabro aviso. Mi salud mental, y también la de mi familia contagiada por mi angustia constante, estaba en juego. No se puede vivir en tal estado de pánico. Cada tres meses tenía que acudir a hacerme nuevos análisis, y cuando iba por los resultados tenía que tomarme un tafil o corría el riesgo de que me diera un infarto. Cuando entraba a la consulta  con el doctor apenas y podía saludarlo. Solo le pedía en un estado casi de histeria que me dijera si todo estaba bien. Y la enfermera del doctor no dejaba de asegurarme: "Acuérdese que la actitud es muy importante". Si, claro ¡échale ganas! ¿Qué nadie puede entender lo que me pasa?
Y yo los lloré a todos. Los sufrí más que nadie. Cáncer, cáncer, cáncer era la única palabra que día y noche estaba presente en mis pensamientos. Si me dolía la pierna pensaba
No podía con esto. Todos los días me repetía que no me lo merecía. No podía entender por qué me estaba pasando a mi. No es posible, si he sido buena persona, buena hija, buena esposa, buena madre. Nombre era yo casi una santa. Más aún, una mártir. ¿Por qué a mi? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí? Y pasó el año y medio con el único pensamiento, por no decir certeza, de que el cáncer iba a volver. Y volvió

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